Prohibido el
paso
La presente reflexión parte
de un hecho real, seguramente muchas personas lo han vivido, cada quien a su
manera, yo contaré mi propia experiencia que comparto luego de varios sucesos
similares que ya constituyen un abuso, sobre ello le mandé correo a un amigo
del que omito su identidad.
Mis primeros quince años de
vida, los viví y crecí en occidente de Nicaragua, la mayor parte en León mi
ciudad natal. La última casa que tenían mis padres era con un patio extenso,
ubicada en un barrio popular, los límites colindantes estaban identificados por
cercos de piñuela, otra con alambrado de púas.
Generalmente nos cruzábamos de
una casa a otra, lo hacíamos por pasos que nos conectaban a callejones y en
corto tiempo estábamos jugando en el cuadro ubicado a varias cuadras, que en
León son largas. Las tapias se levantaban donde había mejores condiciones de
vida pero en ese tiempo no conocí rótulos que nos impidieran circular por las
calles.
Restricciones aplican. Ahora abundan las señales que avisan:
propiedad privada, no pasar, cuidado hay perros bravos, peligro cerca eléctrica
y el infaltable no parquear, incluidas aceras tomadas, etc. En fin, la libertad
tiene cortapisas y lo común es, en nombre de la seguridad, encontrar rótulos
indicando “Prohibido el paso” y punto. Para garantía de dichos avisos
encontramos guardas al gusto del cliente: Vigilantes de calles o de las
empresas de seguridad que hay de todo tamaño y calidad.
Así, Managua se llena de
agujas, muros perimetrales o mecates haciendo las veces de retenes privados.
Las diferencias y el carácter impenetrable está dado por el tipo barrio,
reparto o residencial, hasta condominios que se distinguen por tener una única
y exclusiva entrada, donde no hay conexión de calles con otros barrios o
comunidades.
Pues bien, en esta semana le
envié un mensaje por correo a un amigo que ahora se los comparto corregido y
aumentado.
Querido amigo, hace poco te
compartí quizá con un poco de humor, pues es mejor que el sinsabor, sobre el
muro que nos impide circular con plena libertad entre tu reparto y el mío,
entre nuestros dos barrios vecinos. No entiendo la lógica de dichas murallas,
sea en forma de aguja o con mecate cruzado. El sentido común indica que
bastaría una coordinación para el mejor entendimiento entre vecinos, mejor sería
entre quienes dicen ser cristianos.
Las calles son públicas. Somos vecinos de comunidades
hermanas, dirigidas por núcleos identificados como tales, y somos tan pequeños
que nos conocemos y con mucho cariño incluido, entonces qué nos pasa...? Circular
por las calles es un derecho porque son de todos y todas, tuyas y mías y a la
vez de nadie en particular pues no son propiedad privada, son propiedad
comunitaria, de ellas no nos podemos adueñar aunque sea en nombre de nuestra
seguridad. Pero, la autoridad municipal no existe para estos derechos.
Soy de la idea que no debemos
cerrar el paso a nadie, pues es común ver a algún amigo/amiga de ambos barrios
caminando de un lado para el otro y eso me alegra porque lo contrario no tiene
sentido. No somos la Villa, los de aquella película donde nadie sale y nadie
entra.
Resulta que una vez más no me
dejaron pasar en mi vehículo, el guarda me expresó que había recibido instrucciones
de no dejarme pasar, espero que no sea exclusiva orden en perjuicio mío, que no
lleve dedicatoria por parte de algún hermano dirigente. A uno de éstos lo he visto
cerca de mi casa, con todo y su vehículo, lo cual me parece bien porque es lo correcto.
Discriminación. En ocasión de la puesta de un rótulo que con nombre y
apellido dice: No hay paso para los del reparto vecino, le pregunté a uno de
los amigos que dirige la empresa de seguridad en tu colonia, si esa decisión
era por parejo, incluyendo a los amigos militares cuya academia está en el
sector donde vivo y que tienen como paso común tu barrio.
Por supuesto que a los
militares no se les impide el paso, lo cual redunda en una distinción
discriminatoria que no cultiva hermandad, amistad ni mucho menos alienta una
relación de comunidad en fe y familia que pregonan los compañeros líderes que, en nuestros nombres,
acordaron esta medida que privatiza el uso de las calles. Si de mi barrio están haciendo lo mismo, cortando el
paso a los tuyos, sostengo la misma opinión de que
injustamente nos separan.
En nombre de la seguridad,
desde lo más alto del poder y a nivel de nuestros barrios, se adoptan medidas
que nos distancian, impiden la libre circulación con privatización de las
calles y lo peor, con la delincuencia haciendo de la suya, cuyos criminales no están
ni en tu familia ni en la mía. No obstante, gozamos del orgullo nacional porque nos proclaman que somos unos de los paises más seguros del mundo.
Al menos me queda la satisfacción
de que seguimos siendo amigos, hermanos de luchas, independientemente de que ya
no podamos cruzar las calles que unen a nuestros dos barrios.