El Caribe que sangra
Autonomía limitada y
atropellada: Lloran a sus muertos y la justicia no
llega
En las últimas semanas, se
cuentan por decena los muertos en el Caribe Norte de Nicaragua, la mayoría
comunitarios miskitos y varios colonos. La cifra, que tiene nombres y
apellidos, triplica la cantidad de muertes provocadas por el chikungunya,
aunque no provoca medidas urgentes del Estado. ¿Cuántos detenidos, acusados,
procesados y condenados hay por estos crímenes que enlutan a nuestra gente de
allá? Ya sabemos la respuesta del país más seguro.
En medio de la celebración de las fiestas patrias del prolongado fin
de semana, cuando en el pacífico de Nicaragua se realizaba el desfile colegial,
allá en Waspám se atacaba mortalmente a unos comunitarios, muriendo el Miskito
Mario Leman Muller, y el 15 de septiembre emboscaron a otros que no atendieron
el alto de policías y militares. Las balas “disparadas preventivamente al aire”
impactaron en los cuerpos de indígenas, entre ellos el vicepresidente de Wangki
Twi Tasba Raya, Romel Constantino Washington. En
Managua, un comunicado de la Policía informó que la patrulla de militares y policías
fue atacada por los comunitarios, pero extrañamente no hubo oficiales heridos,
solo los indígenas.
La compañera Rosario Murillo, en su acostumbrada intervención en el
canal 4 de TV, el recién pasado jueves 17 lamentó la muerte número 5 por el chikungunya. Es responsabilidad de Estado velar por
la vida y la salud de la población. Sin embargo, no se advierte urgencia en el
Ejecutivo ante tantas muertes en la costa Caribe, ni por las centenares
de familias desplazadas y el drama económico social que sufren producto de este
nuevo y sangriento episodio.
La violencia por razones
políticas y por disputa de los territorios, donde habitan centenares de
comunidades, es antigua como sangrienta. La diferencia es la intensidad según
los tiempos y tipos de gobiernos que hemos tenido en Nicaragua, caracterizados
por un poder centralizado y concentrado en la capital, desde donde siempre se
ha decidido sobre los derechos de esa extensa región caribeña, aunque ahora les
llamen regiones autónomas. Si hay una distinción en la época actual es que, ahora
cuentan con instrumentos internacionales que le reconocen sus derechos humanos,
basados en su naturaleza como pueblos originarios.
El Estado de Nicaragua es
firmante y parte de la casi totalidad de instrumentos internacionales de
derechos humanos, desde la declaración universal, Convención Americana, Convenciones
contra la Tortura de la ONU y OEA, y en particular los relacionados a los
derechos de los pueblos indígenas. En su esencia, la diversidad de esos
instrumentos reconoce y reafirman que el centro de toda actividad, acción o
medida del Estado (del poder) es la persona humana. Los estados adquieren y se
comprometen a respetar, promover y garantizar los derechos humanos de sus
pobladores; los derechos son de todos y todas y merecen por parejo igual
protección, sin doble rasero en la aplicación de la ley en casos o conflictos
concretos.
En este orden de ideas, existe un
régimen jurídico propio para los pueblos indígenas y las comunidades que
habitan Nicaragua: Además de instrumentos internacionales como el Convenio 169
de la OIT, nuestra Constitución Política, la 28 Ley de Autonomía y la Ley 445, Ley de Régimen de Propiedad
Comunal de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de las Regiones
Autónomas de la Costa Caribe de Nicaragua y de los Ríos Bocay, Coco, Indio y
Maíz, Gaceta 16 del 23 de Enero del 2003 que reconoce y regulan el derecho
a su territorio (propiedad indígena), su propia forma de vida y organización
política y administrativa, determinada por sus usos y costumbres ancestrales. Ahora
bien, si existe todo ese ordenamiento jurídico que delimita el ejercicio del
poder y la realización de sus derechos, ¿cuál es el fondo de la violencia que
conocemos más ahorita debido al elevado número de muertos? Hay motivaciones
políticas, económicas, sociales y culturales.
Es importante tener presente que
en el Caribe aun no sanan las heridas y sentimientos encontrados producto de la
guerra (la más reciente), donde la Revolución no ganó los corazones de esos
pueblos y comunidades, por el contrario los dividió y significó gravísimas
violaciones a sus derechos humanos y que ahora se recuerdan, como la Navidad
Roja. En la práctica, la clase política dominante, desde el poder central con
sus expresiones regionales y locales no ha permitido la realización plena ni de
la autonomía ni de los derechos humanos de las diversas comunidades.
La Autonomía, como ejercicio de
autogobierno (no de independencia), no hace sintonía con la lógica del poder
con sede en Managua; o a la inversa el modelo del actual gobierno que en su
esencia es autoritario y excluyente, no puede convivir con los pueblos
indígenas y comunidades del Caribe, aunque se jacte de haberles “concedido”
autonomía, a la que tienen reducida a una entidad histórica pero vacía de
contenido esencial y práctico. Resulta absurdo, ilógico e inmoral pedirles a
los indígenas cohabitación si desde arriba se decide con imposición.
Ámbitos esenciales resultan ser: La
posesión, tenencia y dominio de la propiedad indígena; y su libre forma de organización,
derechos estrechamente relacionados al ejercicio político que se conjugan con
sus derechos colectivos y sociales, destacando la administración de sus
territorios. En estos ejes o derechos, el Estado y gobierno, más preciso el
partido de gobierno y sus aliados ocasionales han desconocido la forma de organización
de los comunitarios, para lo cual les imponen juntas directivas y a las que no
son de su agrado simplemente no les entregan la Certificación e impiden su
funcionamiento, para lo cual cuentan con el absoluto dominio de los dos
Consejos Regionales, cuya mayoría ya sabemos cómo la obtuvieron. Y, cada vez
que los líderes comunitarios recurren de amparo contra las arbitrariedades de
ambos Consejos Regionales, aparece la infaltable Suprema de injusticia con sus
resoluciones tardías y a favor de los poderosos que los mantienen en el cargo
para que “nos administren justicia”.
El Caribe nicaragüense cuenta con una amplia extensión territorial,
con mucha riqueza en recursos forestales, marítimos entre otros;
contradictoriamente es la región más empobrecida, históricamente sus pobladores
han sido víctimas de marginación y exclusión social. Waspam, escenario de la
actual violencia y derramamiento de sangre, no es la excepción. Recomiendo lectura de amplio reportaje de La Prensa del 17
de septiembre de 2015, titulado Claves para entender el conflicto en el Caribe norte
y publicación especial de la Revista Envío de Nicaragua.
Con lo expuesto, comprendemos
porqué alientan o dirigen (poderes públicos y privados que la gente conoce) la
invasión de los territorios para lo cual se aprovechan del estado de necesidad
de colonos que demandan tierras a los cuales engañan que les titularán, promoviendo
la compra venta de tierras que no son susceptibles de comercio: Prohibición que
conocen muy bien, de tal manera que quien compra (y cómo si no tienen dinero?)
compra un verdadero problema. Dichas invasiones no son espontáneas, aun cuando
muchos colonos necesitan un lugar donde vivir y trabajar. Engañan a los colonos
porque la citada Ley 445 (artículos 35-38) establece reconocimiento de derechos
a los terceros que habitaban territorios indígenas antes de la entrada en
vigencia de esta ley, cuando los colonos eran una cantidad mucho menor a lo que
hoy se conoce como una verdadera e
inducida invasión, última que viene siendo denunciada desde hace varios años
sin recibir la protección del Estado. Al respecto,
pueden consultar los informes sobre la situación de los derechos humanos en el
Caribe de los últimos años, presentados por el CENIDH.
Dos casos internacionales nos
ilustran sobre los alcances de la conflictividad y por los cuales el Estado de
Nicaragua ha sido condenado por violación a derechos humanos de pueblos originarios: La sentencia en el caso
Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua del 31 de agosto de 2001, por una concesión maderera, y la Sentencia
por la exclusión de YATAMA como organización política indígena, del 23 de junio
de 2005, ambos casos se relacionan a la explotación de los recursos y riquezas
de los territorios y a la forma política de la organización. Después de la
condena por el primer caso, en el gobierno de Bolaños se aprobó la citada Ley 445. Ambas condenas no han sido
suficientes para que el Estado cambie su práctica hacia los pueblos indígenas,
a los cuales sigue irrespetando.
Todo se resume en poder político,
económico y social, por eso es que la autonomía y derechos humanos de los
pobladores de aquella región están bien elaborados y reducidos en el papel,
incluido el internacional pero una cosa es la norma y otra la cruda realidad: Firmar
me harás… cumplir jamás, es la máxima de los que no están dispuestos a perder
poder, cueste lo que cueste. Así es que se explica el doble rasero de
permisibilidad de las invasiones y la interferencia en la organización de los
comunitarios para que con territorios (con toda su riqueza incluida) y control
de la gente, no tener obstáculos en su proceso de enriquecimiento desmedido.
Mientras la población de
occidente recibe una atención con medidas urgentes por los extraños sismos, mientras
piden en su nombre asesoría internacional de expertos en esas lides que no se
hicieron esperar (aplausos); para los indígenas con todo y la decena de muertos
no hay ninguna alerta ni temprana ni tardía. Un buen gobierno y sobre todo un
estadista pediría también ayuda internacional a los órganos especializados de
la ONU para los pueblos indígenas y así resolver de fondo el grave problema donde
se viola los DDHH de esa población que es también nicaragüense.
Mientras acá
nos abruman con excesiva deferencia y medidas preventivas… allá, a los
comunitarios los abruman con indiferencia y a balazos. Ese irrespeto a la vida
e integridad de los Caribeños es por discriminación y una expresión de racismo.
Por acción o por omisión, el Estado es responsable de las graves violaciones de
derechos humanos y en particular sobre la violencia actual que tiene al Caribe llorando
a sus muertos y esperando justicia.
Que indignacion!! Cuando la codicia desmedida de los poderosos no respeta ni derechos, ni culturas ancestrales, solamente ven al ser humano como un obstaculo en su camino al enriquecimiento.
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