La represión y
el “modelo de consenso”
Sábado 22 de abril, Juigalpa Chontales.
En semanas recientes de este año, publiqué el tema
relacionado al modelo tripartito y los compañero del COSEP, alabado por los
beneficiarios en tanto les garantiza un clima adecuado para invertir, generar
empleo y de paso, obviamente hacer reales; con una clase trabajadora dirigida
por un movimiento sindical que desde hace rato dejó de defender los intereses
de sus bases para concentrarse en su prioridad de apoyar al poder de la nueva
dinastía, cuyo premio es vivir bonito, con diputaciones y otras condiciones.
En un contexto de sistemáticas violaciones a los
derechos humanos, se destaca el “modelo de consenso” en Nicaragua, cualquier
persona que esté medianamente informada se preguntaría: ¿Alrededor de qué
intereses existe consenso y quiénes son los del consenso entre el 20% de la fuerza laboral que tiene
trabajo formal…? Apuesto a que, ni todos empresarios alcanzan en el mismo,
mucho menos los trabajadores.
Si en Nicaragua no existe una institución estatal que
funcione con independencia, si el orden jurídico constitucional está en ruinas,
el Estado de Derecho es usado para las apariencias, si la democracia en su manifestación
más conocida como la electoral está al pié de la tumba porque desde hace rato se
vota y no se elige.
Si las detenciones arbitrarias y la tortura son
comunes, si los crímenes en la impunidad son incontables, si para la aplicación
de la ley los operadores lo hacen con doble rasero, si los medios de
comunicación son intimidados, comprados o silenciados… Entonces, qué cosa es
consenso…?
Bueno, en la Nicaragüita el consenso que nos venden
como genuino para un buen gobierno, está fortalecido con la alianza pública
privada, tan exitoso que puede ser reproducido en otros países. Lo presentan como
otro hecho que nos debe de llenar de orgullo, casi que lo ponen como parte de
nuestra identidad; sus protagonistas lo defienden porque es sinónimo de paz,
estabilidad y armonía. Es puro amor, basta escuchar a sus mensajeros, ellos
están felices.
¿Y, toda la sociedad que no alcanza en esa fórmula
exitosa…? Definitivamente, se trata de repartición de oportunidades para el
privilegio, a eso le llaman consenso. A los excluidos que Dios los proteja.
Mientras se aplaude esa alianza entre poderosos y unos
cuantos que le hacen comparsa, el Estado y gobierno no tienen para el diálogo y
entendimiento con los que expresan disenso, a éstos le recetan represión, por
oponerse al modelo del “buen gobierno y vivir bonito”.
Represión permanente contra todos aquellos que no
aplauden el modelo. No se sabe cómo, siendo tan buenísimo, no logró traducirse
en respaldo popular, puesto que la mayoría optó por dejar las urnas vacías en
noviembre pasado, elocuente ejemplo de que el modelo solo le sirve a un
reducido grupo. El modelo no multiplica la realización de derechos, es el
amarre para el buen vivir de unos privilegiados.
Para los trabajadores que se atreven a alzar la voz al
no encontrar legítima representación sindical, que no alcanzan en ese modelo,
la solución es persecución y criminalización de sus demandas laborales.
Es el caso de los mineros reprimidos, perseguidos,
encarcelados y torturados. Es el caso de
los obreros que al pretender formar su propio sindicato o ejercer sus derechos,
son despedidos y criminalizada su lucha. Esos están fuera del modelo, o mejor
dicho para esos La Modelo de Tipitapa.
Fuera del modelo de consenso está, el movimiento por
la defensa de nuestra tierra, el lago y la soberanía, el más grande disenso
opuesto al Estado que los reprime y amenaza con despojo masivo de sus tierras. Contra
ese campesinado la represión es intensa.
En definitiva, para asimilar lo que sucede en
Nicaragua y lo que hacen los poderosos contra los derechos humanos, hay que
tener estómago resistente a las agruras que generan la manipulación y las
mentiras propagadas por el Estado y gobierno.
Amor y terror, civismo y cinismo, verdad y mentira,
libertad y opresión, tranquilidad y miedo, marcha y contramarcha. Son diversos
los rostros que permanentemente se contraponen al ejercicio de los derechos de
la ciudadanía, es el abuso de poder que los niega o impide realizar, sea por
acción o por omisión, éstas ya son incontables.
Es el modelo del consenso, impuesto a la mayoría que
no hace sintonía. Por eso la lógica perversa de subir la parada de la
represión, la clase enriquecida en el poder percibe que se acerca más presión.
Está dicho, el fin justifica los medios, impedir que la ciudadanía se exprese y
reclame sus derechos, reprimir y mentir para descalificar la legítima protesta.
Resulta que ahora, para ejercer derechos hay que pedir
permiso, a una familia ilegítimamente en el poder, que niega o permite, tal si
fuera una concesión de bondades y no se tratara de la realización de derechos.
Se entiende entonces la ocupación de carreteras y
caminos por donde transitaría la ciudadanía en la marcha 87 convocada dos meses
antes y prevista realizarse en Juigalpa Chontales por el Consejo Nacional para
la defensa de la tierra, el lago y la soberanía. Como ha sido la tónica dinástica,
una vez más la manifestación no se desarrolló plenamente porque la represión lo
impidió. El consenso no aguanta el disenso.
El campesinado tenía sobradas razones para
manifestarse en esa fecha (22 de abril), debido a las graves amenazas que le
representan la vigencia de la Ley 840, porque en cualquier momento se desata
una expropiación masiva,
inconstitucional e ilegítima de las propiedades (la tierra) de miles de
familias que están en la ruta canalera y más allá de la misma.
La concentración estaba prevista para la mañana del pasado
sábado 22 de abril, en Juigalpa Chontales, con recorrido similar al realizado
hace un par de años en la misma ciudad.
La marcha no fue porque el poderío del estado, con
todos los recursos y abusos la impidió. Dos días antes del día de la tierra, se
les ocurrió anunciar, a ya saben quién, que en la misma fecha y el mismo lugar,
realizaría una fiesta con amor, corazón verde para celebrar a la madre tierra.
Se evidencian en cinismo e irresponsabilidad criminal
de Estado al asaltar el mismo lugar previsto para la realización del derecho de
manifestación constitucional que le pertenece a la ciudadanía y no al Estado.
Al derecho constitucional se contrapuso todo el poder
estatal, que simultáneamente utilizó las fuerzas policiales para garantizar la
tranquilidad de la fiesta del poder y al mismo instante represión e
intimidación para impedir la movilización.
Una vez más impusieron una especie de estado de sitio
para impedir la libre circulación y movilización de quienes pretendían
viajar hacia chontales, retenían vehículos y documentos bajo amenaza de detener
a los conductores si continuaban su marcha. A muchos les impidieron salir de
sus poblados, mientras que a otros que alcanzaron a llegar a Juigalpa los
expulsaron.
El corazón verde y el derroche de amor predicado ese
día para la fiesta del poder, se tradujo con dedicatoria, en centenares de
antimotines para asegurar que ni en camión, ni en carreta ni a pié, los
campesinos salieran de sus municipios.
Si hubo tranques en esos caminos y carreteras fueron
gracias al inmenso operativo de represión con gases y balas de los antimotines,
incluidos miguelitos (poncha llantas), amenazas de quitar licencias de conducir
y permisos de transporte, trabajo político de los emisarios del FSLN que
andaban desmovilizando a los campesinos con el cuento de que ya no se hará el
canal y no hay necesidad de hacer marchas.
En fin, la cantidad de obstáculos para que se
manifieste el pueblo, no tiene correspondencia con el amor que le declaran. No
les importa que los campesinos hayan tenido que viajar por más de dos días para
participar en su marcha.
Eso sí, a mayor represión mayor indignación, la
familia sabe que están perdiendo terreno, que la mayoría no los quiere, a pesar
de lo que diga la encuesta que aplaude el modelo de consenso.
Como no tienen razón, emplean la represión e imposición de una
política para generar miedo.
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